sábado, 9 de enero de 2021

Cómo no gestionar una avería

Cómo no gestionar una avería

Tal vez fuera la música, que estaba a tope, lo que me impidió escuchar el sonido constante del agua cayendo, poco a poco, sobre la tarima del suelo. Quizá el hecho de no prestar atención a ese rumor me hizo despistarme, o puede ser que la enésima partida en el buscaminas distrajera mi atención de cosas más perentorias y necesarias… Pero el caso es que sí, que tenía una pequeña avería en mis tuberías que acabó convirtiéndose en la madre de todos los desastres.

Siempre me pareció que el refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” no tenía mucho sentido, porque yo siempre postergaba los asuntos no ya para el día siguiente, sino para dos o tres más adelante. El caso es que mi dejadez a la hora de atender esa reparación doméstica acabó empeorando la situación. Si antes tenía una mancha de humedad parecida a una canica, ahora la pared y el suelo parecían un mapa detallado de la Tierra Media, los Siete Reinos y la estepa Siberiana.

Y mira que lo tenía fácil para subsanar la situación. Tan sólo tenía que hacer un clic en https://linktr.ee/serviciosmalaga, encontrar a un profesional competente y solventar mis problemas con los goteos, las pérdidas y las filtraciones. Pero no, yo me empecinaba en dejarlo para ese fin de semana glorioso en el que pertrechado con llave grifa y estopa dejaría las tuberías de mi casa brillantes y relucientes. Por descontado, ese fin de semana no llegó.


Ya os podéis imaginar que todo este asunto, que en un primer momento podría haberme costado poco dinero, terminó por suponer una jugosa porción de mi ya maltrecha economía. Cuando los profesionales llegaron, al fin, lo hicieron con cara reverencial, contentos por haber encontrado esa especie de paraíso fontaneril donde un tipo descuidado se había dejado llevar por la pereza y había convertido media casa en una esponja que amenazaba con expulsar el agua acumulada.

Cuando todo terminó, cuando la avería quedó reparada y la casa habitable de nuevo, me senté en el sofá y me prometí, convencidísimo, que nada de esto se volvería a repetir. Justo cuando miraba al techo advertí una pequeña grieta que antes no estaba ahí. Me levanté enérgicamente y me convencí, muy serio, de arreglarla el fin de semana próximo…

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